domingo, 20 de mayo de 2012

características de la fábula y la epopeya


Clasificación de la fábula y la epopeya

Fábula
Epopeya

Fábula clásica: inició en Grecia con narraciones
poéticas de un esclavo Esopo, quien influyó en
todos los fabulistas posteriores.

Epopeya clásica: se ubica en Grecia y
Roma, sus principales ejemplos son la
Iliada, La Odisea; y La Eneida de
Virgilio.

La fábula neoclásica: los autores del
neoclasicismo, en su afán por volver a los
clásicos y de considerar que el fin del arte es
educar, se valieron de la fábula para manifestar
sus ideas cada vez menos moralizantes y más
ingeniosas como ocurrió con La Fontaine
(Francia) e Iriarte (España).

Epopeya medieval: se ubica en
diversos países de Europa; ejemplos:
Los cantares de Gesta, Poema del
Cid, La Canción de Roldán (Francia).
La fábula contemporánea: está dignamente
representada por Augusto Monterroso, quien
falleció en el año 2003. Sus fábulas no poseen la
intención de enseñar o dar moralejas, sino de
evidenciar mediante la ironía las ambiciones y
debilidades de los seres humanos
contemporáneos.

La fábula contemporánea: está dignamente
representada por Augusto Monterroso, quien
falleció en el año 2003. Sus fábulas no poseen la
intención de enseñar o dar moralejas, sino de
evidenciar mediante la ironía las ambiciones y
debilidades de los seres humanos
contemporáneos.
Epopeya Renacentista: se ubica en
diversos países de Europa; ejemplos:
Los romances viejos.






Características de la fábula y la epopeya

Características de la fábula
Características de la epopeya

Género: puede estar escrita en verso o en
prosa.

Género: puede estar escrita en verso o en
prosa.

Extensión: suelen ser historias breves
Extensión: es una narración extensa.

Elementos narrativos: narrador que cuenta lo
que sucede (acción); personajes en un lugar
y tiempo indeterminado. Las fábulas, como
los cuentos populares, no se sitúan en una
época determinada.

Elementos narrativos: narrador, personajes
en un lugar y tiempo determinado.
Presencia de discursos largos y formales.

Personajes: son en su mayoría, animales u
objetos humanizados.

Personajes: héroes que encarnan valores
de una nación, civilización o cultura. Dioses
que intervienen en los asuntos humanos.

Temas: los vicios: la envidia, la avaricia, la
mentira, la arrogancia, etcétera.

Temas: acontecimientos pasados, que
tanto pueden ser legendarios, como
tratarse de una época más próxima
(guerras, viajes).

Intención: detrás de cada fábula hay una
crítica hacia ciertos comportamientos y
actitudes, que se disimula con el uso de
personajes humanizados.

Intención: narra acontecimientos pasados
de interés para un pueblo, nación o cultura
.

Moraleja: Lección o enseñanza que se
deduce de un cuento, fábula, ejemplo,
anécdota, etc
Exalta la figura de un héroe a quien se le
dota de cualidades extraordinarias,
sobrehumanas y divinas.

Destaca vicios sociales para moralizar o
criticarlos.

Destaca los valores humanos en la figura
del héroe.

Personifica (da atributos de personas) a
animales u objetos.

Personifica (da atributos de personas) a
animales u objetos.


Lee los siguientes textos y resuelve el siguiente cuadro comparativo, de acuerdo a las

características de cada uno de ellos.



TEXTO 1

La buena conciencia

En el centro de la Selva existió hace mucho una extravagante familia de plantas carnívoras que, con el paso del tiempo, llegaron a adquirir conciencia de su extraña costumbre, principalmente por las constantes murmuraciones que el buen Céfiro les traía de todos los rumbos de la ciudad.Sensibles a la crítica, poco a poco fueron cobrando repugnancia a la carne, hasta que llegó el momento en que no sólo la repudiaron en el sentido figurado, o sea el sexual, sino que por último se negaron a comerla, asqueadas a tal grado que su simple vista les producía náuseas.Entonces decidieron volverse vegetarianas. A partir de ese día se comen únicamente unas a otras y viven tranquilas olvidadas de su infame pasado.



Augusto Monterroso



TEXTO 2

Fragmento de la Eneida.

De Virgilio.

Libro II.

Actividad: 4

Enmudecieron todos, conteniendo

el habla, ansiosos de escuchar. Eneas

empieza entonces desde su alto estrado:

«Espantable dolor es el que mandas,

oh reina, renovar con esta historia

del ocaso de Ilión, de cómo el reino,

que es imposible recordar sin llanto,

el Griego derribó: ruina misérrima

que vi y en que arrastré parte tan grande.

¿Quién, Mirmidón o Dólope o soldado

del implacable Ulises, referirla

pudiera sin llorar? Y ya en la altura

la húmeda noche avanza, y las estrellas

lentas declinan convidando al sueño.

Mas si tanto interés tu amor te inspira

por saber nuestras lástimas, y en suma

lo que fue Troya en su hora postrimera,

aunque el solo recuerdo me estremece,

y esquiva el alma su dolor, empiezo.

Del Hado rebatidos, tantos años,

los caudillos de Grecia, hartos de lides,

con arte digno de la excelsa Palas,

un caballo edifican —los costados,

vigas de abeto, un monte de madera—;

y hacen correr la voz que era el exvoto

por una vuelta venturosa. Astutos,

sortean capitanes escogidos

y en los oscuros flancos los ocultan,

cueva ingente cargada de guerreros.

Hay a vista de Ilión una isla célebre

bajo el troyano cetro rico emporio,

Ténedos, hoy anclaje mal seguro:

vanse hasta allí y en su arenal se esconden.

Los creemos en fuga hacia Micenas,

y de su largo duelo toda Troya

se siente libre al fin. Las puertas se abren

¡qué gozo ir por los dorios campamentos

y ver vacía la llanura toda

y desierta la orilla! «Aquí, los Dólopes,

aquí, las tiendas del cruel Aquiles;

cubrían las escuadras esta playa;

las batallas, aquí…» Muchos admiran

la mole del caballo, don funesto

a Palas virginal. Lanza Timetes

la idea de acogerle por los muros

hasta el alcázar —o traición dolosa,

u obra tal vez del Hado que ya urgía—.

Mas Capis, y con él los más juiciosos,

están porque en el mar se hunda al caballo,

don insidioso de la astucia griega,

tras entregarle al fuego, o se taladre

a que descubra el monstruo su secreto.

Incierto el vulgo entre los dos vacila.

De pronto, desde lo alto del alcázar,

acorre al frente de crecida tropa

Laoconte enardecido, y desde lejos:

64 DIFERENCIA LA FÁBULA DE LA EPOPEYA

º

Actividad: 4 (continuación)

«¡Oh ciudadanos míseros! —les grita—

¿qué locura es la vuestra? ¿al enemigo

imagináis en fuga? ¿o que una dádiva

pueda, si es griega, carecer de dolo?

¿no conocéis a Ulises? O es manida

de Argivos este leño, o es la máquina

que, salvando los muros, se dispone

a dominar las casas, y de súbito

dar sobre Ilión; en todo caso un fraude.

Mas del caballo no os fiéis, Troyanos:

yo temo al Griego, aunque presente dones.»

Dice, y en un alarde de pujanza,

venablo enorme contra el vientre asesta

del monstruo y sus igares acombados.

Prendido el dardo retembló, y al golpe

respondió en la caverna hondo gemido.

¡Y a no ser por los Hados, por la insania

de ceguera fatal, la madriguera

de esos Griegos hurgara él con la pica,

y en pie estuvieras, Troya, y sin quebranto os

irguierais, alcázares de Príamo!

En este trance unos pastores teucros

con grande grita a un joven maniatado

traían ante el rey. A la captura

no había resistido: empeño suyo

era franquear Ilión a los Argivos;

y resuelto venía a todo extremo,

o a consumar su engaño, o de la muerte

a afrontar el rigor. Para mirarle,

ansiosa en torno de él se arremolina la

juventud troyana y le baldona.

Mas oye la perfidia…, y por un Dánao

podrás sin falla conocer a todos.

Porque al verse indefenso entre el concurso,

todo él turbado, en torno la mirada

tiende por la dardania muchedumbre,

y «¡Ay! —suspiró— ¿qué mar, qué tierra amiga

me podrá recibir? ¿o qué me queda

cuitado, sin asilo entre los Griegos,

y reo cuya sangre airados piden

los Dardanios a una?» Este gemido

nos conmueve y abate nuestro encono.

Le alentamos a que hable, que nos diga

de qué raza es nacido, qué le trae

y en qué fundó, al rendirse, su esperanza.

Depuesto el miedo al fin, «Oh rey —

prosigue—,

de cuanto ha sido, fuere lo que fuere,

la verdad diré yo. Y antes que nada,

no niego ser argivo: la Fortuna

pudo hacer a Sinón desventurado

mas no hablador mendaz y antojadizo.

Tal vez haya llegado a tus oídos

un nombre: Palamedes, el Belida,

rey glorioso, que, al tiempo de una falsa

alarma de traición, se vio acusado

—atropello inmoral de un inocente

sin más delito que objetar la guerra—.

Lo arrastraron los Griegos al suplicio;

llóranle hoy, tarde ya. Como, aunque pobres,

éramos de su sangre, yo desde Argos,

mandado por mi padre, joven vine

a iniciarme en las armas a su sombra;

y mientras él mantuvo su fortuna

e intacto su prestigio entre los reyes,

también logró mi nombre algún decoro.

Mas cuando, al galope del falsario Ulises,

partióse, como sabes, de esta vida,

derrocado yo al par, triste y oscura

arrastraba mi suerte, protestando

a solas del malogro del amigo.

Y no callé, loco de mí: venganza

me atreví a prometer, si con victoria

volvía yo a mi patria, y duros odios

con esto concité. Tal fue el principio

de mi infortunio y del afán de Ulises

por aterrarme con achaques falsos

y dichos que esparcía por el vulgo.

Consciente de su crimen, dase mañas,

armas buscando contra mí, ni ceja

hasta lograr que Calcas, su ministro…

Mas ¿por qué revolver lo que a vosotros

nada puede importar? ¿a qué alargarme?

Si ante vuestro rigor los Griegos todos

son una cosa, y ser yo Griego basta

para el castigo, tiempo es ya: matadme…

¿Qué más se quiere Ulises? ¡y a buen precio

de seguro os lo pagan los Atridas!»



Fuente: Virgilio. Eneida. Edición de José Carlos

Fernández Corte. Traducción de Aurelio



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